martes, 18 de mayo de 2010

Declaración de amor.


Estábamos de vacaciones, mi hija su continuo acompañante y yo.
Alojados en un hermoso complejo, que cuenta con tres piscinas, las cuales divisábamos desde nuestro balcón, que mira hacía el mar.
 Estando en un piso alto, sentía que podía estirar la mano y acariciar el horizonte, mi mirada se perdía detrás de las olas, mientras el cielo y el agua se encontraban en un punto donde el azul celeste, el plata y el violáceo  juegan.
Cada mañana, desayunábamos  en la terraza,  el sol matinal y la suave brisa, nos acompañaban, transitábamos la experiencia de estar juntos por primera vez compartiendo el descanso laboral.
 Mi hija estaba feliz, al igual que él, yo sentía el placer de verlos exultantes, parecíamos niños, asombrándonos y riendo, un día escalábamos una montaña, otro descubríamos un parque con laberinto el cual nos apurábamos en develar en una competencia de habilidad circunstancial  o juntábamos conchillas a la vez que entrábamos y salíamos del agua tratando de domar las olas.
Algunas veces, yo me iba a caminar sola para dejarlos en “su” momento de intimidad, no lo hacía de muy buen agrado, pero sabía que estaba haciendo lo correcto, necesitaban ese espacio que ocupan dos.
Él me parece tan bello, las pestañas largas y arqueadas hacen sombra a sus grandes ojos de color café, su boca carnosa y sensual abriga  la sonrisa presta, la respuesta inteligente y la forma en como mira la vida, me seducen.
Era viernes por la mañana, cuando nos disponíamos a salir del apart-hotel…suena el teléfono, desde la  recepción nos  informan  que en el edificio contiguo, que pertenece al mismo complejo, se exhibirá el sábado, por la noche un show internacional, había que hacer las reservas con antelación, con entusiasmo, nos apuntamos.
Habíamos rentado un auto para el fin de semana, el sábado nos levantamos temprano, al tiempo que algunos adolescentes regresaban de un viernes intenso nosotros partíamos,   queríamos conocer una  localidad que dista unos doscientos kilómetros.
Al llegar al lugar, nos dirigimos a la oficina de turismo para ver lo puntos de interés y mapa en mano, comenzamos nuestro recorrido.
Cuando el sol se despedía emprendimos el regreso, felices!!!
.Había sido un espléndido y agotador día, mi hija nos dice que esta cansada y prefiere quedarse, por la noche, en el apart, veo esfumarse mis ilusiones de una velada nocturna, con música y baile, pero…no digo nada, ella que me conoce lo suficiente acota.
-Vayan Uds. debe ser un bonito espectáculo-
Él entusiasmado asiente, yo recupero mi ilusión.
Comienzo el ritual de prepararme para esta fantástica noche, de pronto me descubro ansiosa, maquillándome cual adolescente y hasta elegí para tal ocasión una falda por arriba de las rodillas.
Cuando lo vi, el corazón me galopaba, creo que descubrió en mi rostro, lo que me sucedía, tenía unos jeens muy modernos que lucía con unas tenis cancheras y un saco sport con mangas un tanto remangadas, me pareció un dandy.
Ambos alborotados e intercambiando oraciones sin mucho sentido, tomamos el ascensor.
Ya en la planta baja, le dí la mano y así ingresamos al local, donde la música ya estaba sonando, las mesas elegantemente vestidas nos invitaban a sentarnos, preferimos una cerca del escenario.
Lo miraba a la vez que él miraba asombrado el show, cuanto lo quiero, tan fuerte es este sentimiento, que deseo gritárselo, no se si es prudente…no puedo apartar mi mirada de él.
Tengo que decírselo, lo traigo hacia mí, levanto la vos, para que me escuche, él y todos los que estén cerca y casi gritando por temor que la música ahogue mis palabras le espetó.
-“Te amo”- él me abraza con toda ternura, no se si comprende bien la intensidad de mis sentimientos, me mira, con esa mirada de amor- ternura que me invade y me dice con exaltación.
- Te quiero!!! Te quiero!!!- aparta la mirada de mi nuevamente, para continuar viendo el show, que al parecer lo tiene fascinado.
La camarera, se acerca, nos toma el pedido, él con torpeza saca dinero de su bolsillo y pretende pagarle.
Mis ojos se empañan, contengo la emoción, al tiempo que miro sus piernas que aún no tocan el piso,  desde sus tres años es el perfecto caballero que esa noche,  invitó a su abuela, a cenar.