viernes, 10 de septiembre de 2010

El vestido

     Me obsequiaron un vestido con vibrantes colores, carga el amarillo de la sabiduría, el azul del cielo en lo mental, el rojo de la pasión y el enojo, el negro de los duelos y lo oculto, el blanco del alma.


     Con miradas de reconciliación lo uso a diario, no tengo alternativa.


     Aprendí a quererlo, a cuidarlo, a sentirlo con obstinada inteligencia, verdaderamente Mio.


     Cada mañana lo observo, me detengo en el rumrum de algunos de los colores, que me recuerdan si amo, si sufro, si reflexiono o me enojo.


     Con el tiempo sus tonalidades perdieron algo de vitalidad, pero se apasionan aún y así será hasta que ya no le queden hilachas.


     Paso a paso, lentamente, me miré en el espejo y sonreí.


     Aún es bello, y luce bien es cierto que en algunos lados se ha descocido, de tanto ajustarlo y ensancharlo de acuerdo al día, a la ocasión.


     No se si el modelo me dio personalidad o yo le di personalidad al modelo, entre el primer paso; el amor y sexualidad gozosa, entre la primera palabra; conocimiento, disciplina estéril y sabores rancios.


     Fantasmas de mi imaginación, fusionaron el vestido con mi espíritu, me aferré a Él, con miedo e inseguridad.


     Hasta que comprendí que misterios se articulan.


     Algún día colgaré el vestido y ahí quedará hasta que se desintegre, nadie más lo usará, nadie más lo gozará.


     Y yo seré como la copa que aún rota y sin forma perdura en la idea, más allá de la materia.


     Sin vestido y sin forma seré lo que plasmé.


     Hasta tanto…y mientras tanto bienvenida vida, que resuena en los colores de este vestido que me regalaron dándome forma, en cuerpo, cuando nací.

                                                                                                                       Vivi