jueves, 11 de marzo de 2010

El vestido

Me obsequiaron un vestido con estimulantes y vibrantes colores, carga el amarillo de la sabiduría, el azúl del cielo en lo mental, el rojo de la pasión y el enojo, el negro de los duelos y lo oculto, el blanco del alma.
No por pobreza, lo uso a diario, no tengo alternativa.
Aprendí a quererlo, a cuidarlo, a sentirlo con obstinada inteligencia, verdaderamente Mio.
Cada mañana lo observo, me detengo en el rumrum de algunos de los colores, que me recuerdan si amo, si sufro, si reflexiono o me enojo.
Con el tiempo sus colores perdieron algo de vitalidad, pero vibran aún y así será hasta que ya no le queden hilachas.
Paso a paso, lentamente, me miré en el espejo y sonreí.
Aún es bello, y luce bien es cierto que en algunos lados se ha descocido, de tanto ajustarlo y ensancharlo de acuerdo al día, a la ocasión.
No se si el modelo me dio personalidad o yo le di personalidad al modelo, entre el primer paso; el amor y sexualidad gozosa, entre la primera palabra; conocimiento, disciplina estéril y sabores rancios.
Fantasmas de mi imaginación, fusionaron al vestido con mi espíritu, así que me aferré a Él, con miedo e inseguridad.
Hasta que comprendí que misterios se articulan.
Algún día colgaré el vestido y ahí quedará hasta que se desintegre, nadie más lo usará, nadie más lo gozará.
Y yo seré como la copa que aún rota y sin forma perdura en la idea d copa.
Sin vestido y sin forma seré lo que plasmé.
Hasta tanto…y mientras tanto bienvenida vida, que vibra en los colores de este vestido que me regalaron en cuerpo, cuando nací.

Vivi